Aquella noche en que violó a aquella muchacha desalmada, por tercera vez me asestó aquella maldita frase siniestra. Pero yo no volví a destrozarle la cara sino a correr, correr, correr. A huir. Empapado en vileza.
Matilda
Cómo me miraste ese día. Ese día que me marcó a fuego y que tú no has olvidado porque para ti, Matilda –que hay golpes tan duros, yo lo sé–, jamás ha existido.
Elisa
Elisa jamás ha estado enamorada de su esposo. «Fue todo un malentendido», sonríe mordiéndome el labio.
Ezequiel
Qué desagradable era Ezequiel, y qué infancia le dimos por serlo.