No es una boutade, querido lector, hágame el favor de seguir leyendo. Le aseguro que esto que escribo lo escribo pensando en lo mejor para España.
A España le conviene que se le vayan unos cuantos cerebros poderosos. Por varias razones. Para empezar, para que por ahí fuera sepan que hay otra España, bien distinta de la que copa las portadas y los telediarios, tan hosca, desabrida, incompetente, corrupta, vocinglera pero o por eso mismo muy pasiva. Que sepan que hay una España sobresaliente, dinámica, ambiciosa, que hace más que dice y que no se para en barras ni es llorica, lacaya o hidalgorra.
Esa diáspora de españoles brillantes sería además o sobre todo un irrefutable yo acuso contra las mentiras, las medias verdades y el inmovilismo de las clases dirigentes. Que desgranarán fabulosas propagandas ante propios y extraños, mirarán para otro lado y ejecutarán mil maniobras de distracción pero no podrán obviar, ni impedir que los demás constaten, que buena parte de los mejores está fuera. Demostrando que España no está condenada, que España puede ser diferente. Esa ubicua verdad manifiesta puede despejar casi todas las dudas y obrar auténticos milagros. Piensen en la comatosa Habana, castrada, que se derrumba, y en la muy fértil, fenomenal, cubanísima Miami, ciudad de los prodigios de la que ya estamos tardando –¡pienso en Valencia!– en aprender cuatro o cinco cosas sobre cómo tomarle el pulso a este siglo XXI que corre que se las pela.
O en la Argentina. Piensen en la Argentina. En los argentinos por el mundo y en la injustificable Kretina. Uno de ellos, el muy influyente periodista Andrés Oppenheimer, nos invita además a pensar en la India:
¡Viva la fuga de cerebros!
(…)
En la India, así como en China y otros países asiáticos, la visión sobre este tema ha cambiado radicalmente en los últimos años. Lo que antes se veía como «la fuga de cerebros» hoy es visto como «la circulación de cerebros», y el algunos países como «la ganancia de cerebros». Tal como me lo señalaron funcionarios indios, gran parte de la transformación de Bangalore de un pueblo agrícola en un centro de alta tecnología mundial se debió a los contactos y conocimientos que adquirieron los estudiantes indios en las universidades norteamericanas y en Silicon Valley, que posteriormente trasladaron a la India. Efectivamente, muchos jóvenes ingenieros indios que abrieron empresas de software en California en las últimas dos décadas no tardaron en darse cuenta de que, en lugar de contratar a programadores allí, pagando sueldos estadounidenses, podían contratar profesionales igualmente competentes en Bangalore, pagándoles apenas una fracción de los sueldos estadounidenses. Muchos se quedaron en Estados Unidos y crearon subsidiarias en la India para contratar mano de obra más barata, mientras que otros regresaron a la India y establecieron las sedes de sus empresas allí, para exportar a los mayores mercados del mundo. De una u otra forma, la India se benefició. Más que cerebros fugados, estos empresarios transnacionales se convirtieron en el motor del éxito económico de la India.
(Andrés Oppenheimer, «¡Basta de historias!», Debate, Barcelona, 2010, pp. 136-137).
¿Fuga de cerebros, pues? ¡Que se marchen presto! ¡Un buen montón de ellos! A eso lo llamaría yo fer país, y no a lo de Pujol y sus hijos manilargos.
(Publicado originalmente en vlcnews.es)
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