Yo me quedo con el arrebato de Nietzsche en la plaza Carlo Alberto de Turín, abrazado llorando al cuello del viejo caballo fustigado por su cochero. ¿Síntoma de locura o comprensión abismal de la irreductible desdicha de existir?
Fernando Savater, Tauroética, p. 83.
septiembre 30, 2010
Ana.—¡Villano, tú no conoces leyes divinas ni humanas, porque no existe bestia tan feroz que no sienta alguna piedad!
Gloster.—Yo no siento ninguna; luego no soy tal bestia.
Shakespeare, Ricardo III.
Nietzche después de todo, sentía piedad.