Mario Noya

Ahora que Isaac Jota y demás peligros públicos para quienes pretenden guardar un secreto están dormidos o comprando libros en la Feria del Ídem, aprovecho para inaugurar oficialmente este pantano, quicir, este jardín en que me he metido y que espero mantener razonablemente libre de polvo, paja y hojarasca.

De antemano os agradezco la atención y el interés. Los bandarras que vengan a mearse en los arriates y cagarse junto a la caseta del perro harían bien en saber que he contratado como vigilante de la cosa y de la casa al autor de este cartel, que tiene su pronto y su aquel. No mamen, no jodan pues.

Falta alguna cosilla por pulir, sí, pero lo mejor es enemigo de lo bueno y los días también duran 24 horas para David Alonso, que es quien cuasi desinteresadamente soporta que, cada dos por tres seis, le toque las palmas. Gracias, my friend, y apúntate un 10, antes de que vuelva Walter de buscar dedos de zorra.

Más que con broche de oro, prefiero terminar estas liniejas con una bendición, impetrada por Leopoldo Marechal para beneficio de sí propio y de su cordial amigo Ernesto Sabato. Lo cual que dijo así el poeta:

Que Dios nos libre de los hijos de puta literales o alegóricos que pretenden afligirnos, y nos preserve de todo camelo o impostura.

Amén y que pues eso, que nada, que a ver si podo el seto.