Sí, él sería maricón, loca perdida y con plumas de marabú, todo lo que ustedes quieran, pero los cojones que demostró en el discurso de Fidel a los intelectuales no los tenía nadie allí dentro. Muchacho, muchacho, decirle al Comandante, a aquel dios enfurecido por el asunto de Padilla, decirle ante el silencio de todo el mundo, yo estaba allí y lo vi decirle: Comandante, yo lo que tengo es muchísimo miedo. Eran los cojones del miedo los que le estaba enseñando la loca al Caballo, ¿se imaginan ustedes la escena? Pues yo la vi con estos ojos de mulatón que tengo en mi cara, carajo, los mismos ojos que han visto y se han recorrido el mundo entero con patente de corso gracias a la Revolución. (…)
(…) De todo se aprende, y yo aprendí ese día a respetar a la loca de La Habana, aquel culito que se había comido todas las pingas del mundo por pura depravación. Bueno, pues el culito de la loca tenía más huevos que todos los demás artistas e intelectuales que guardaron un silencio fatal, como si Fidel los fuera a fusilar uno a uno a medida que fueran hablando.
Walter Cepeda, en J. J. Armas Marcelo, Réquiem habanero por Fidel.
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