Pregunté a un pobre cómo vivía; me contestó: como la pastilla de jabón, siempre menguando.
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Tenemos la religión suficiente para odiarnos, no para amarnos los unos a los otros.
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No me asombra ver a los hombres culpables; pero sí, a menudo, no verlos avergonzados.
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Si el número de libros y de leyes continúa creciendo como hasta ahora, me pregunto quién en las generaciones futuras podrá ser instruido y cómo se podrá ser hombre de leyes.
Citado en Efigies, de C. Serra, cuyas versiones sigo irrespetando.
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