Esto debe de ser una suerte de récord, comentaba el otro día José Muñiz en Twitter a cuenta del vuelco que registran las encuestas en la valoración de Joe Biden, que en el añito que lleva de presidente de EEUU ha pasado de exhibir un espléndido +20 a arrostrar un ominoso -14 en los ratings de RCP. (De nuevo José Muñiz: A mí que me registren, yo voté a Trump).
Pues bien: se me ocurre alguien que podría hacer que también-en-esto Calamity Joe resultara un sobrepasado: Ángela Merkel, la excanciller («cancillera», diría Sánchez, mamarracho monteroide), para la que casi* todo fueron parabienes hace sólo unos meses, cuando su despedida, y en cambio ahora está en el disparadero por su demencial política energética, que hace que tantos se acuerden de ella (y hasta de su santa madre, doña Herlinda) en este invierno del descontento y el crimen de guerra.
«Ahora se está evidenciando la magnitud de su desastroso mandato», hace leña Bill Wirtz en el Spectator:
Con una transición energética que se prevé cueste más de 3,3 billones de dólares de aquí a 2050, una creciente dependencia de las importaciones de gas ruso, la luz a su precio más alto en el mundo desarrollado y unos ejércitos en general no preparados [para lo que se les puede venir encima], Merkel tiene poco que lucir de su etapa como canciller. De hecho, la única razón por la que (…) se mantuvo 16 años en el poder es que adaptaba sus posiciones a las encuestas del día, fraguaba coaliciones con cualquier partido secundario que le fuera útil y gobernaba según el principio de «sin prisa pero sin pausa».
El final es demoledor:
«¿Está usted mejor que hace cuatro años?». La centro-derechista CDU de Merkel haría bien en no adoptar este eslogan en una nueva campaña electoral.
* El casi. El caso es que Niall Ferguson la despidió a finales de agosto acusándola de haber «atrasado el reloj alemán» y de haber fracasado estrepitosamente en otras dos grandes crisis formidables: la del euro –causando un gran daño económico «evitable» en los países del Sur (de Europa)– y la de los refugiados, que tanto habría influido en el Brexit («El espectáculo de la completa pérdida de control en la frontera europea marcó los debates en el Reino Unido sobre si permanecer en la UE o no»).
El final de Ferguson también venía fuerte. Y premonitorio:
Cuando Ángela Merkel abandone el cargo –imbatida, tras ganar cuatro veces [unas elecciones]–, la mayoría de los periodistas anglófonos celebrarán sus logros políticos. Pero estar en el poder no es lo mismo que liderar. Hace diez años, el político polaco Radoslaw Sikorski confesó: «Temo el poderío alemán menos de lo que empiezo a temer la inacción alemana». Con razón se preocupaba.
Leave a Reply