#GlobalClimateStrike
Vaya fin de semana nos han dado los aborrescentes concienciados, hatajo de niñatos sobreprotegidos que viven en el mejor, más saludable, sostenible de los mundos habidos hasta la fecha y en lugar de dar las gracias por tener tanto sin merecerlo se pasan la vida señalando, acusando a sus papis consentidores que en el pecado llevan la penitencia: “Nuestros padres arrasaron el planeta y nuestra generación tiene que salvarlo”, postureó el viernes esta pequeña mamarracha ante el Capitolio; antes de venirse directamente arriba y con su voz de pito miniclamar, en plan fascista roja gorilera:
Se acercan las elecciones de noviembre de 2020 y ¡necesitamos limpiar toda la basura!
Y entonces la gentuza que la llevó, subió, sacó de ahí, rompió a aplaudir.
Al frente de esta banda de lunáticos marioneteados por adultos corruptores de menores por mucho que no les pongan una mano encima está Greta Thunberg, Santa Greta Inquisidora, esa chica con cara de cíborg impávido tremendamente perturbada que lo que necesita es la ayuda especializada que está rechazando (Greta does not skip classes from just any school, but one for children with special needs. Many other Swedish families fight hard to get their children into such schools, because places are rare) para salvar a un mundo que no necesita que lo salven sino salvarse de fanáticos como ella (“Quiero que sientan pánico. Quiero que sientan el pánico que yo siento a diario”).
“Lo que están haciendo con Ms. Thunberg es imperdonable”, escribió Brendan O’Neill el pasado mes de abril en Spiked, en un artículo clarividentemente titulado “The cult of Greta Thunberg” y en el que se ponía el foco en los parecidos escalofriantes entre la “religión extraña y extrema” de estos ecofanáticos de última generación y las más ceñudas sectas apocalípticas que alertan a la Humanidad del inminente advenimiento del Día del Juicio.
En su artículo punzante, O’Neill hacía lo que no están haciendo Francisco, Su Santidad Insensata (“¡Sigue haciendo lo que haces!”); el obispo alemán que sin vergüenza comparó a Greta con Jesucristo y todos aquellos adultos descalificables que no están cumpliendo con su obligación de seguir siéndolo cuando tratan con menores en la plaza pública: denunciar la repugnante manipulación de que están siendo víctimas los críos y lanzar a los pobres bobos indefensos un enérgico mensaje de optimista, confiada, alegre resistencia a esta intolerable histeria injustificada:
Eh, chicos: la señorita Thunberg no es vuestro líder. Es el títere de unos adultos atemorizados y elitistas [porque esa es otra, advierte en otro pasaje O’Neill: los ecocalípticos “detestan a la sociedad de masas y a quien la habita, (…) la gente corriente (…) Incluso cuando ejercen presión sobre el Gobierno, lo que piden en realidad es que nos castiguen”]. No hagáis lo que os diga. En su lugar, resistid al pánico, reíos de los sermones sobre el fuego del infierno y sabed que la transformación humana del planeta ha sido algo glorioso que ha posibilitado la prolongación de la esperanza de vida, permitido a miles de millones de personas vivir en ciudades y hecho posible viajar por todo el mundo incluso a los menos adinerados. Pecad contra Santa Greta.
La suequita insoportable no es una santa ni, mucho menos, una heroína; heroína es la paquistaní Malala Yusafzai, a la que los talibanes quisieron asesinar por su defensa de esas escuelas que aquélla tiene ahora el cuajo de despreciar. A Greta la novillera hay que llevarla de las coletas precisamente de vuelta a la escuela, a que aprenda usos y costumbres democráticos y, ya de paso, haga un exhaustivo comentario de este trabajo impagable que le dedicó Paulina Neuding hace unos meses en la excepcional revista Quillette, y que concluye así:
Recientemente, Greta Thunberg fue nombrada Mujer del Año por un periódico sueco. Pero Greta no es una mujer, sino una cría. Ha llegado la hora de dejar de usarla, fallarla, sacrificarla.
***
Más madera:
– “Los adolescentes que protestan contra el cambio climático no tienen ni idea de por qué están protestando”, por Felix Kirby, adolescente:
Como adolescente que soy, sé cómo funciona la mente de los jóvenes, muy dados a cruzar sin mirar. [Lo explica] la neurociencia. Nuestros córtex prefrontales, que gestionan, entre otras cosas, la toma de decisiones, la planificación, la conciencia de uno mismo y la inhibición, no se desarrollan por completo hasta los veintitantos años. Hasta entonces, tenemos dificultades para valorar las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Por eso tendemos a tener un comportamiento temerario. Nuestra decisiones tienden a basarse no en el análisis científico sino en las reacciones emocionales.
– “Greta Thunberg, santa patrona de la Era de la Estupidez” (o, como diría el cronista Latorre, habrá que jurar que todo esto ha ocurrido):
¿[Pero cómo puede ir dando] lecciones una niña que no ha terminado los estudios, que aún no tiene formados los lóbulos frontales, que no tiene sentido del humor, que cada una de sus declaraciones es una opinión de recuelo de adultos alarmistas cuyas denuncias apocalípticas está completamente incapacitada para comprender? ¿Pero cómo es que tantos adultos corren a postrarse ante una pellera con coletas como si fuera el nuevo Mesías?
(…)
No es sólo alucinante. Es una forma de histeria de masas, con consecuencias tremendamente peligrosas para el planeta porque, por bizarro que pueda parecer, un montón de adultos en posiciones de poder e influencia parecen determinados a utilizar la vacua esloganería de Greta Thunberg como justificación para el desmantelamiento de la Civilización Industrial Occidental.
Kavanaugh
Se puede pasar del caso Greta al caso Kavanaugh sin dejar de hablar de lo mismo, de la guerra cultural a gran escala que –de la mano del soberbio centrismo chupiyei y la derecha sin remedio, qué contentas van algunas ovejas al matadero– viene librando la izquierda realmente existente, liberticida, revolucionaria por cuenta ajena, atrasista, contra las mejores sociedades de Occidente, las más libres y abiertas.
Del caso Kavanaugh no habrán oído hablar demasiado estos días en nuestras teles y medios de referencia. Cómo iban a hablar, si han sido días de especial infamia en los que el New York Times, “The (Old) Gray Lady”, se ha vuelto a revelar una vieja pelleja intoxicadora que, lejos de estar insuflando vida nueva al periodismo, lo está enterrando bajo un escorial de fake news incluso goebbelsiano llegado el caso (Kavanaugh!). ¿“All the news that’s fit to print”? Hay que joderse, que diría el clásico. Luego, que si tuitea lo que tuitea.
El fin de semana pasado el NYT publicó un extracto de The Education of Brett Kavanaugh, libro que no es un libro sino una puñalada trapera de dos de sus reporteras contra ese juez conservador al que las fuerzas de mucho progreso quieren convertir en lo que sin duda fue su adorado Bill Clinton, un depredador sexual como la copa de un pino.
Pero Kanavaugh no lo es. Pero a ell@s les da igual y no trepidan en asestarle libros donde no demuestran que lo sea. Pero a ell@s les da igual (… they found a lack of evidence from Kavanaugh’s opponents, but that their “gut” told them to believe their stories anyway) y no trepidan en perpetrar adelantos de esos mismos libros… que el NYT manipula desvergonzadamente para que el vilipendiado Kavanaugh quede como lo que sin duda fue su adorado Bill Clinton, un depredador sexual como la copa de un pino –y cómo le defendieron; y cuántas mujeres dejaron en el camino…
Tan escandaloso ha sido lo del NYT que no han desmenuzado nuestros numerosos corresponsales en Norteamérica –tan puntillosos cuando se trata de instilar el odio a Trump–, que hasta el Washington Post publicó un artículo con este título para enmarcar: “The NYT Kavanaugh smear shows why the press is the least-trusted institution in America”; en el que se sentencia:
Si un abogado se comportara en los tribunales como se ha comportado el NYT, vería desestimado su caso e incluso se arriesgaría a ser inhabilitado por mala praxis.
“Lo único más vergonzoso que la irresponsable cobertura del Times fueron las informaciones de que todos los candidatos de las primarias demócratas [salvo Biden y Klobuchar] llamaron al impeachment de Kavanaugh”, añadía ahí Marc Thiessen. ¿Acaso fue un desliz, un error fruto del frenesí declarativo de una campaña electoral? No, advierten desde la derecha coraje: porque, aunque no haya hecho na-da, Kavanaugh no puede ser inocente (es ontológicamente culpable, como el varón para los criminógenos promotores de la ideología de género) y porque esto de odiar a Kavanaugh al punto de llevarse al periodismo por delante es una batalla de un conflicto trascendental en el que los demócratas están practicando una política de tierra quemada y tienen por grandes objetivos 1) cobrarse la cabeza de Trump y 2) copar la Corte Suprema para alterar radicalmente la composición de la Justicia y la mismísima República norteamericana: la más formidable amenaza a la Constitución de los Padres Fundadores, alerta Matthew Continetti, procede de una izquierda dispuesta a destrozar las normas y vidas que sean necesarias para imponer su descomunal proyecto de transformación social-ista.
Y ahora volved a escuchar a la enana redicha marionetizada:
The November 2020 election is coming and WE NEED TO CLEAN OUT THE TRASH.
Como les dejen, acaban convirtiendo la Constitución de los Estados Unidos de América en un pañal. Biodegradable, faltaría más.
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Last but not least…
… y por aquello de las comparaciones odiosas imperiosas,
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