«Antes de la explosión turística, una de las fuentes de ingresos más importantes de Benidorm era la pesca de atunes basada en la técnica de la almadraba. Aquello funcionó mientras hubo atunes que pescar. Quienes habían conseguido ahorrar y comprar una casa, la compraron lejos de la costa y se dedicaban también a la agricultura y a otros oficios. Cuando estas personas fallecieron, dejaron en herencia las tierras buenas, las del interior, a los hijos aplicados y las tierras estériles, las de la costa, a los hijos díscolos. Estos nuevos propietarios no lo dudaron ni un instante, cambiaron el Thunnus Thynnus o atún rojo por el turista rojo, achicharrado por el sol y rebozado en crema bronceadora. Como digo, no sé si es cierto o no, pero esto explicaría a la perfección el fenómeno de Benidorm» (Roberto Alcaraz, en VVAA, Ensayo y error Benidorm, Barrett, 2019, p. 125).
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