Gabriel Albiac, Indeseable

Gabriel Albiac, nacido en Utiel en 1950, renacido en París dieciocho años después como verdadero Indeseable, ha publicado en Confluencias Mayo del 68. Fin de fiesta, que no es la reedición de Mayo del 68. Una educación sentimental (Temas de Hoy, 1993; 1.035 dólares en Amazon) sino su revaluación: el 68 no fue la apertura de nada sino el cierre de un periodo y ahí radicó su gran mérito, sostuvo entonces: si no aportó nada nuevo, hizo un barrido absoluto de un tiempo que ya estaba muerto. Veinticinco años más tarde, lo que ha pretendido ha sido saber en qué consistió ese barrido: lo que se cierra en el 68, ahora concluye, es el tiempo de la teología política, del mesianismo político; de la revolución como asalto a los Cielos que, a partir de 1917, hizo de la Tierra el infierno de los Cien Millones de Muertos.

El 68 fue esa clausura y –pero sí– también la apertura de algo, concluye más Albiac; el primer acto del drama promisorio de 1989. Esos jóvenes comunistas expulsados de la ortodoxia comunista pusieron fin a la historia del comunismo como ideal salvacionista: todos entendimos que esos partidos comunistas que habían venido presentándose como adalides de la liberación no eran más que el muro de protección del –sentencia– peor de los despotismos del siglo XX.

Muy crítico con el postsesentayochismo de una izquierda podemosa infame y siniestra, revolucionaria por cuenta ajena, como Glucksmann y como Carlos Semprún Maura Albiac se afana por reivindicar el Mayo del 68 libertario que puso patas arriba los usos y costumbres de una Francia y una Europa que se resistían a asumir la Modernidad, su propia creación extraordinaria.

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‘Mayo del 68. Fin de fiesta’. Pasajes

“Fue todo hace medio siglo. Un milenio”.

“A diferencia de las dos generaciones que nos precedieron, los revolucionarios del final de los años sesenta vimos siempre en la destrucción de la tiranía soviética la condición previa de una liberación que mereciera tal nombre”.

“Octubre no nos conmovía. (…) Y, al menos yo, el odio a la teología política lo había adquirido desde muy joven, leyendo a Baruch Spinoza. Y, con él, el blindado temor frente a cualquier exaltación romántica de los hombres nuevos”.

“Sólo Lacan lo entendió de inmediato: Vous voulez un maître; vous l’aurez. ‘Buscan ustedes un amo; lo tendrán’. Pero sus oyentes de entonces estábamos demasiado ocupados en hacer hablar a las paredes”.

“Fue un invento a la medida exacta de nuestras necesidades. La realidad no lo contaminó jamás. (…) La China real y la revolución cultural (ya sin mayúsculas) jamás tuvieron ni un hueco en aquel universo de medidas alucinaciones. (…) China, última plataforma antes de saltar al vacío, antes de abandonarlo todo, antes de saborear la plenitud vertiginosa de haber perdido cualquier suelo bajo los pies. Eso, quienes lo consiguieron. No todos”.

“El 68 español sucedió en 1969”.

“El 68 fue una gran depuración de todo lo muerto: desde los partidos comunistas hasta los usos y convenciones sexuales. Toda depuración de lo muerto es saludable”.

“Acabar con esa religión de suplencia [el comunismo], cuya historia es la más sangrienta de la edad moderna, es la victoria única del 68. Y esa victoria es hoy irrenunciable”.

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