¡Pobres magnates del comunismo español, condenados a predicar la revolución social para seguir disfrutando los encantos de la vida burguesa y sin poder declararse nunca burgueses so pena de quedar convertidos ipso facto en unos tristes y paupérrimos proletarios! Cuando les oigo hablar y desgañitarse contra esta sociedad en la que se encuentran tan a gusto, reparo siempre en Albertito, el célebre comunista profesional.
–Me he hecho comunista profesional para no morirme de hambre –me dijo un día–. Yo no tengo oficio ni beneficio.
Hay quien se ríe de los magnates del comunismo español o les dirige insultos soeces y groseros al verles predicar la destrucción de una sociedad en la que se encuentran tan a gusto, sin comprender la grandeza trágica de esta contradicción. Es innegable que esos señores ocupan en la sociedad burguesa una situación de privilegio; pero ¿cómo la han conquistado? Pues, sencillamente, combatiendo los privilegios de la sociedad burguesa. Y ahora, cuando la sociedad burguesa se les ha entregado ya por entero, ¿qué remedio les queda más que seguir atacándola si quieren seguir gozando de sus dulzuras?
Son burgueses y están encantados de serlo, y por eso precisamente es por lo que predican la revolución social.
(Adaptación libérrima del texto de Julio Camba «Papús y la revolución social», incluido en su célebre Haciendo de República).
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