Los matemáticos árabes vieron que, para despejar una incógnita, a veces había que quitar algún término en un miembro de la ecuación. De esta manera la ecuación quedaba rota, y para recomponerla había que poner ese mismo término en el otro miembro con el signo cambiado. Les pareció a estos matemáticos que la operación de restauración y recomposición de una ecuación se parecía mucho a la restauración y recomposición de huesos rotos o dislocados. Como a este arte de recomponer huesos lo llamaban ‘al-jabr’, así llamaron ellos a lo que hacían con las ecuaciones, y desde entonces el arte de resolver ecuaciones se llama ‘álgebra’.
Ricardo Moreno Castillo, La conjura de los ignorantes, Pasos Perdidos, 2016, pp. 28-29.
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