En este libro de Antonella S. Marty he dado con una sigla que desconocía, OSC, que alude a las “organizaciones de la sociedad civil”, “también conocidas como ONGs (sic)”.
Qué buen concepto, organizaciones de la sociedad civil; mucho mejor que el de organizaciones no gubernamentales (ONG), que define –muy poco– por negación y que, además, al hacerlo empieza a dejar de describir a muchas de ellas, que sí son del Gobierno; y cuando no lo son, son del Estado: en ambos casos se trata de elementos muy propios de sociedades tuteladas, pastoreadas por el Poder.
Creo que sería buena idea dejar de sinonimar el referido par de siglas, hacer una distinción crucial entre aquellas entidades surgidas de la sociedad que tienen por objeto o efecto reforzar la cooperación voluntaria y los órdenes espontáneos, es decir, dar empaque a la sociedad civil, y aquellas que tienen por misión llegar adonde no llega el Estado y, cebadísimas vasallas, servir desde allí a su señor.
Evidentemente, para que una entidad se hiciera merecedora de la sigla OSC debería tener muy poca o ninguna financiación pública. Y, ya digo, trabajar por abrir la sociedad, no por cerrarla y darle la llave al Leviatán.
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