Iluminando el suelo con su lámpara vio una amplia trampilla. La levantó y descubrió una escalera que bajaba a un espacio subterráneo. (…) ante él había un gran búnker, de unos diez metros de largo por cinco de ancho, con montañas de fajos de billetes apilados de pared a pared.
[Leamsy Salazar, exguardaespaldas de Hugo Chávez y Diosdado Cabello] contó su hallazgo a un compañero del equipo de seguridad y este le aseguró que había visto lo mismo en otros dos búnkeres de Cabello. (…) Cuando después a ese guarda lo inculparon injustamente de varios delitos, Salazar supo que era el momento de huir, porque las cosas se le estaban poniendo mal.
(Emili J. Blasco, Bumerán Chávez, 2015).
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