Sólo hay una cosa peor que un monopolio público y es un monopolio privado. El monopolio público es nefasto y lo es porque no da opción al mercado, a la competencia, pero tiene solo una cosa buena: que es público y responde al interés general. Pero un monopolio privado ni siquiera tiende al interés general. Por tanto, es evidente que la economía de mercado tiene que evitar los monopolios o los oligopolios.
Qué decir de este párrafo de El cambio sensato de Albert Rivera. Pues que
- el monopolio privado no puede ser peor por una sencilla razón: ni existe ni puede existir. Los monopolios son un engendro con un solo padre: el Estado. Ni hay ni puede haber una empresa con BOE. Por definición, todos los monopolios son de naturaleza pública; o mejor, estatal;
- a esto: «[El monopolio público] responde al interés general», Borges replicaría: «Eso es una digresión: ahora espero su argumento». Lo que responde al interés general es el mercado. No es por la benevolencia del panadero que el panadero hace pan, sino por el interés generalizado en llevárselo a la boca que demuestran día tras día los individuos que conforman la sociedad. Los monopolios, en cambio, responden a los intereses de quienes los imponen. (Imponer, algo que jamás puede hacer una empresa si no es con la autorización del Estado);
- lo evidente es que las reclamaciones hay que hacérselas al maestro armero, el Estado, y no a la economía de mercado. Así que «es evidente que el Estado tiene que evitar los monopolios o los oligopolios». Cómo. Dejando las puertas abiertas nomás. No hay libre competencia sin libre concurrencia.
Turno de réplica para el señor Rivera, si se anima y saca un rato.
Cc/ Luis Garicano, Juan Carlos Girauta, Daniel Lacalle, Juan Ramón Rallo, Carlos Rodríguez Braun, María Blanco, Manuel Llamas, Juanma López Zafra.
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