Güili Toledo se va a vivir a Cuba, pero no caerá la breva de que se vaya a vivir como se merece. Qué justo sería que la realidad se enmarañara y llegara a la Isla y no lo reconocieran y lo trataran como a un cubano de a pie (¡nunca mejor dicho en aquel desierto de las libertades que ha llegado a tener de referente simbólico un camello!); que el tiempo se saliera de madre y le preparara, sólo para sus ojos, sus manos, ese jeto que seguro le refleja el alma, un surtido con algunas de las peores especialidades de la ya antañona y tan astrosa Casa Castro.
Que llegara ahí, digo, con esas greñas, esas pintas estropajas, y le metieran un puro por “diversionismo ideológico”; y el mismísimo Barbatruco le soltara aquello que soltó en el 63 en la Universidad de La Habana, cuando cargó contra los “vagos, hijos de burgueses” (¡aaay, ese padre médico, Guillermucho!) que “andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarra en actitudes elvispreslianas, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”.
Feminoide. Que lo tomaran por gay también, claro que sí. Que lo basurearan por contrarrevolucionario y lo mandaran a que se le quitara la mariconería a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción. ¡Cómo ‘reeducaban’ en las UMAP a los ‘patos’!, “¡La revolución no entra por el culo!” les decían, ¡macho!, mientras los deslomaban en campos de caña junto a la canalla catolicona, tremenda ralea, compay, la pura escoria.
Qué más le estaría muy bien empleado a Güili el titiriflauta. Un acto de repudio. Como hay Dios que se ha ganado un abominable acto de repudio. Que un día sin querer soltara una verdad sobre esa tiranía siniestra y le montaran este asco de farsa. O que escribiera una declaración pro derechos humanos y se la hicieran comer; literalmente, como a la poetisa Elena Cruz Varela.
Humillado, ofendido, que entonces, cuando pudiera, se pusiera a gritar, comido por la impotencia y la rabia, y deprisa lo metieran en un zulo “de dos metros por uno, sin luz ni sanitarios”. En una celda tapiada. Como a Orlando Zapata. Y que, como Orlando Zapata, se pusiera en huelga de hambre. Y que solo lo conectaran al mundo para que supiera que allá en la Madre Patria un actorajo con cierta resonancia andaba perorando sobre los “presuntos disidentes” cubanos que no son sino “terroristas” y acusándole a él de “delincuente común”, pobre diablo “forzado y manipulado por otras personas parece ser que para ponerse en huelga de hambre y llegar al extremo de dejarse la vida”.
Orlando Zapata en efecto se la dejó en su lucha contra la tiranía, que lo condenó a esa muerte pavorosa. A este Güili Toledo que ando componiendo a golpes de justicia poética no lo condenaría a muerte, para nada. Sino al alargamiento artificial de la vida. Para que no dejara del referido surtido ni las migajas: que fuera puta en La Habana, preso plantado, el comandante Huber Matos; que la cartilla de racionamiento no le diera para comer, que no pudiera tener una olla exprés, que no le dejaran entrar en los hoteles por el mero hecho de ser cubano; que no le diera para lujos como el papel del baño y que en el traste le salieran granos de tanto recurrir al papel Granma…
Pero va a ser que no.
Qué suerte vas a tener, Güili, maldito, de que la vida no siempre ponga a cada uno en su sitio.
(Publicado en VLC News el 13-V-2013)
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