Se dice que, dado el carácter individualista de nuestro pueblo, jamás podrá tener éxito en España ningún sistema social donde el Estado absorba las libertades individuales, y que, en consecuencia, estamos igualmente a salvo del fascismo que del comunismo. Yo no lo sé. Desde luego, no cabe duda de que el español es un individualista irreductible, que si odia el trabajo, por ejemplo, no lo hace tanto por lo que el trabajo tiene de esfuerzo –ya que a veces el español realiza esfuerzos fabulosos a fin de no trabajar– como por lo que supone de compromiso o de obligación para con los demás hombres; pero ¿a qué recursos acude generalmente este terrible individualista para verse libre de las trabas sociales y lograr su ideal de feroz independencia? Pues, muy sencillo, el terrible individualista va y solicita un empleo del Estado.
España es un país de individualistas retribuidos por el Estado, un país donde, desde hace muchos siglos, el Estado se asignó como misión primordial la de evitar que ningún ciudadano se vea jamás en el caso de tener que establecer con los otros la menor relación.
Julio Camba, «El individualismo estatal», Haciendo de República, 1934.
abril 20, 2011
Muy bueno el fragmento.
saludos
abril 20, 2011
Sí que lo es.
Gracias, Juan.