El hombre sabio aprende de la experiencia de los otros, y el imbécil de la suya propia,
dice Jacobo de Regoyos –en Belgistán, que tiene buena pinta– que decía Bismark.
Pero el caso es que Unamuno remitía el imbécil al imbecillis latino, que alude al que no tiene bacillus o bastón donde apoyarse. Problemón. ¿Entonces el imbécil es el que aprende en cabeza ajena, y el sabio el que se lame su propia herida?
Buenos días.
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